martes, 25 de septiembre de 2007

¡24 horas de viaje sin poder nominar a nadie!


Llegué totalmente dormido y al despertar pensé que sólo había sido una pesadilla. Casi un día de viaje. Lo peor es que pareció un mes y para colmo, al bajar del ómnibus y reclamar mi bolso, no me lo querían dar porque el bendito número identificatorio se había perdido en la bodega. Tenía dos opciones: esperar a que los 50 pasajeros restantes se llevaran su afortunado equipaje identificado o en su defecto contarle al empleado (y a los restantes pasajeros de testigo) lo que había dentro de mi bolso. ¡Ahora sé lo que siente un turista árabe en Estados Unidos! Pasé se sentirme un vulgar ladrón de bolsos a un terrorista internacional en la terminal de ómnibus de San Juan. Finalmente, miré al empleado con cara de verdadero terrorista enfurecido y con la voz ronca de recién levantado atiné a decirle: “me llevo mi bolso”. Creo que fue suficiente, ya que nadie atinó a detenerme. Este fue el corolario del viaje más interminable de mi vida...
Sabido es que a cualquier sanjuanino que le guste la costa atlántica argentina y no pueda viajar en avión o no tenga auto, deberá armarse de paciencia oriental para viajar un día entero en ómnibus. Las ganas de estar en la playa motivan en extremo, pero no siempre bastan para aguantar una convivencia obligada con diferentes personajes indeseables. Si algún productor televisivo aún no lo pensó, tiene todas las posibilidades de armar un reality show -simil Gran Hermano-, pero en un ómnibus. Sugerencia: sería genial (al menos para quien escribe) si a cada pasajero indeseable se lo pudiera nominar de alguna manera y que con un solo voto se lo pudiera “expulsar” del viaje.
Es así: la odisea del regreso de las vacaciones empieza en Mar del Plata. Son las 2 de la tarde y los 30 grados no ayudan demasiado a disfrutar el momento. Voy a despachar mi bolso y en el camino, un personaje que reprobaría cualquier control de alcoholemia (sin necesidad de hacer el test en cuestión) realizaba un improvisado y patético show para llamar la atención vaya a saber de quién. Lamentablemente, mi intuición no se equivocó y el susodicho se sentó junto a una chica en los dos asientos al lado del mío. Me esperaban 24 horas junto a ellos.
No llegué a alcanzar mi discman salvavidas (más que recomendable en caso de compañeros de viaje no deseados) que ya me estaba preguntando a los gritos: “Ehhhh...¿Vos sos de San Juan, loco?”(sic). Apenas alcancé a decirle que no, cuando empezó a contarme su historia que la verdad no me interesaba en absoluto, así que la resumiré : “Sho trabajo en la Metro (una radio de Buenos Aires) y ahora me voy a San Juan a tomarme todo el vino de las barricas. Qué loco, me voy a San Juan. Esha es mi novia, visssste que buena que esssstá?? Lo malo es que es bajita y sho soy muy alto. Esha produce películas”(sic)*. Mientras miraba cómo su novia me saludaba a los gritos, pensaba en la posibilidad de mudarme de asiento cuanto antes, pero el ómnibus venía completo.
Al rato parecía que se habían calmado, pero fue una falsa alarma. Ambos se calzaron sus respectivos auriculares y empezaron a cantar y bailar como poseídos en sus asientos. Aún no habíamos salido de Mar del Plata y ya quería bajarme y huir lejos de aquellos personajes, pero aún faltaba lo peor.
El show continuó algunas horas hasta que por obra y gracias del alcohol, que ambos habían ingerido, se quedaron dormidos con las botellas de cerveza rodando por el micro.
Cuando creí que mi suerte cambiaría, se escucha un grito suficientemente fuerte como para despertar a cualquier “iluso” que hubiera intentado dormir la siesta: el infaltable bebé de todo ómnibus había avisado que estaba presente. Como saben, nada calma a estas criaturas. Sólo el cansancio de llorar y gritar durante horas...
Primera parada. Ya eran las 9 de la noche. Aún faltaban 12 horas para finalizar la odisea y ya se perfilaba una noche “inolvidable”. Sobre todo cuando vi a mis vecinos de asiento en el quiosco de la terminal comprando más cerveza, champagne y whisky.
La próxima parada sería a la madrugada. Para colmo, lluvia torrencial con truenos y relámpagos. Conclusión: el ómnibus reduce velocidad, por lo tanto, el viaje se alarga una hora más...
La elección de las películas para pasar la noche tampoco fue muy afortunada: “Torque” (película de motoqueros con ruidos constantes de motores que impedían dormir a cualquier valiente que lo intentara) y “Rápido y furioso 2” (igual a Torque, pero con corredores de picadas de autos). Intenté tomar una pastilla para dormir pero fue inútil, ya que comenzó a hacerme efecto al llegar a San Juan...


*Nota: se puede ser porteño y no necesariamente un personaje insoportable como éste y créanme que lo digo con conocimiento de causa.

1 comentario:

Valeria Marcela dijo...

che!!pero rapido y furioso no estaba tan fea!!ves que te quejas de gusto nomas!!!=P....la proxima, tomate un vino y olvidate"...muah!