martes, 25 de septiembre de 2007

Como los monos


Ahí va algo que escribió mi amiga Sole "vaya uno a saber porqué..."

¿Qué nos lleva a los humanos a hacer cosas por imitación, como los monos? ¿Por qué aceptamos lo habitual como cosa natural? ¿Porque lo habitual se convierte en algún momento en una conducta obligatoria? ¿Por qué no disentir? ¿Lo aceptado será siempre aceptable? ¿Será que tendemos a mimetizarnos con el resto por temor a descubrirnos distintos? ¿O dejamos que nos arríen como ganado sólo por debilidad de carácter?Lo cierto es que muchas veces nos parece normal lo que hacen y dicen los otros, aquellos formadores de opinión de todo tipo, hasta, increíblemente, los modistos! Convencidos de que alguien siempre sabe más que nosotros, nos dejamos influenciar, cuando debiéramos preocupamos por saber más que esos “alguien” que nos horadan el cerebro hasta convencernos de que Saddam tenía armas químicas.Llegamos a descreer, aunque nos haya llevado años desarrollarlo, de nuestro propio criterio ante el primer gurú que aparece, no sea cosa que nos tilden de dinosaurios. Porque claro! debemos “aggiornarnos” para estar acordes a los tiempos que se viven, aunque para eso resignemos parte de nuestra esencia natural, tan natural como maleable.Y así pasamos del pantalón pata de elefante al bombilla, y de la mini a la maxifalda, aunque todo nos quede como el culo. De militar en la izquierda a protestar contra el corralito junto al devenido en político Nito Artaza. De que ya no nos gusten las películas de Olmedo y Porcel porque son “shiome” y sí el cine japonés porque es intelectual, aunque no entendamos ni jota. De admirar las obras de crucifixión de Dalí o Velásquez al infierno de León Ferrari que no es más que tres crucifijos en una tostadora o un sartén.Yo no soy cinéfila, ni especialista en arte, ni muy culta, ni muy inteligente, ni muy nada. Pero a lo largo de mi vida he disfrutado y padecido de mucho, y como lógica consecuencia de esas experiencias, he adquirido un gusto personal. A pesar de eso me pregunto: ¿Qué me lleva a consumir cosas que sé que no son de mi agrado? ¿Quienes? Los demás sin duda, ya sean críticos, opinólogos snobs, politólogos, líderes naturales, charlatanes de feria o simplemente: la mayoría, esa misma que se viene equivocando desde que tengo uso de razón.Y como mi prudencia me dice "No puedo hablar de lo que no he visto", y también como buena agnóstica reflexiono “Ver para creer”, allá voy, a consumir algo que intuyo de antemano, no me va a agradar. Y termino levantándome de la butaca en el medio de la sádica versión de La pasión de Cristo, que hace las delicias de millones de fanáticos en éxtasis religioso, esos mismos que después destrozan museos.Y luego me duermo ante una película iraní que narra la búsqueda de un niño que atraviesa ciudades desoladas, tras un cuaderno que extravió luego del derrumbe de su casa.Y mi pobre cabeza se confunde y se llena de sentimientos de culpa. ¿Me habré vuelto insensible al arte? ¿Me habré convertido en una tarada come pochoclo de shopping? ¡No! Amé, morí de placer, lloré y me fasciné ante mucho, pero también detesté y me aburrí con mucho otro, aún a riesgo de pecar de ignorante, nada tengo que demostrar, ¡Es mi gusto y listo!Los intelectualoides deliran de placer ante una película coreana casi sin diálogo, con fotografía virada al azul cobalto y al verde nilo, con dos personajes que se pegan y luego se desnudan y se sientan sobre guías telefónicas de la ciudad de Chicago mientras se oye un bolero mexicano cantado en mandarín. Yo no la entiendo ni me gusta, me parece kistch (o cursi), sorry gordi!Y como odio la intolerancia, con los años aprendí a admitir el gusto de los otros sin necesidad de plegarme a ellos, pero, ojo, exijo respeten los míos de igual forma. Si coincido con muchos, bien, y si no coincido con nadie, también.Y si me copa mi vestido rojo me lo pongo aunque esté de moda el azul francia. Y si no me gustan los infiernos, ni de Ferrari ni de Bergoglio, no opto por ninguno, total si Dios existe me sabrá disculpar. Y prefiero a Tarantino que a Kurosawa sin que me dé vergüenza.Desde que la partera cortó mi cordón umbilical, crecí independiente y libre de elegir, desde mi sexualidad a con quién y donde estar, qué consumir, cómo vestirme, etc., etc., etc. Y como ya estoy grande y me conozco tan bien, puedo prescindir hasta de la opinión que de mí, tienen los demás, es más: ¡Me importa un carajo!. Y prefiero abstenerme de modas, porque hay mucha gente que en todas las modas entra y de ninguna sale, y terminan siendo peores imitaciones de malas imitaciones. No jodamos… para eso están los monos. ¡Y qué gracioso les sale!

4 comentarios:

Valeria Marcela dijo...

Y a mi me gusta ese Fran!!!!!!, asi como lo describiste, en la vida nadie tiene o tendria mejor dicho que juzgar a nadie por como es, ni mucho menos por sus cosas, personales o no , Genio, si te digo me encanto, vas a decir que sigo sensible, si loco, ME ENCANTO!!!!=P..mil besos!!!

solcito_ag dijo...

Valeria: me alegro que te haya gustado lo que escribí. Y a vos Fran, gracias por publicarlo

F dijo...

Si algún día nos despabilamos y dejamos de ser como los monos, es posible que dejemos de ser humanos...la misma naturaleza nos lleva a imitar aquello que nos hace sentir cómodos...de todas formas, humano o no, cómodo o no, a veces kisiera cambiar de naturaleza!!!

Mariam dijo...

Como diría un gran sabio argentino... "no sé vos, pero yo, de los monos no vengo"
Leonardo, no Da Vinci