lunes, 12 de abril de 2010

(Des)pareja


Conexión, des-conexión, a-conexión (¿en el peor de los casos?). Pasa en las mejores y peores parejas. Tan evitable como inevitable. Elegimos, nos eligen. Adaptamos-nos, inadaptamos-nos. Conocemos y desconocemos al otro a partir de nosotros mismos. En el medio, pasa la vida del día a día y nosotros (con todo lo que eso implica y aplica). Una marea violenta que no se detiene y marea más de una vez. Al principio, tsunami idealista y simbiosis perfecta. Luego, la mutación. Separación temporal (truenos, rayos, centellas con precipitaciones varias). Re-conocimientos. Necesidades mutuas que chocan en “ais-bergs emocionales” cual “Titanics de re-conocimiento”. Pueden dejar heridos y muertos. Después, apenas la calma hasta que la marea empieza otra vez. Aunque en realidad nunca nada se detuvo.
El beso, la magia, la piel, las caricias, el embate perfecto, la com-penetración, el sueño y los sueños en común. Sou fackin perfect. Hasta que todo se desdibuja. Como si la mejor obra de arte quedara expuesta a la lluvia. La pintura se corre y ya nada es lo que era. Apenas quedan aquellas voces del más allá y alguna que otra “conexión”. Egoísmos, histerias, necesidades a satisfacer que (¿de golpe y tan de repente?) el otro desconoce y/o juzga. Evolución natural, crecimiento personal (Darwin al margen plis). El ser “por y para el otro” ya no es tan así. Sincericidios, construcciones, deconstrucciones y reconstrucciones para salir a flote ambos, cuando hay apenas un salvavidas y uno sólo puede “¿salvar-se?”.

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